lunes, 4 de junio de 2012

Dos pares de manos


LAS MANOS DEL CHE, LAS MANOS DE PERÓN
Dos de los personajes históricos más importantes de la Argentina, Ernesto Che Guevara y Juan Domingo Perón, tuvieron un idéntico y curioso destino post-mortem: que se les cortaran las manos a sus cadáveres.

En el caso del Che, la ansiedad de los militares bolivianos por que no se dudase de que su presa era el celebérrimo comandante Ernesto Che Guevara, hizo que se le cortasen ambas manos para que los especialistas argentinos, que demoraron vanos días en traer sus impresiones digitales, pudiesen cotejarlas. Se adoptó esa macabra decisión cuando hubiese bastado con tomar las huellas digitales del cadáver ante periodistas, funcionarios y notarios. A duras penas algunos lograron impedir que también se le cortase la cabeza. Las manos fueron introducidas en un frasco con formol e iniciaron un disparatado periplo que terminó en Cuba.

En el caso de Perón, en junio de 1987 un grupo desconocido ingresó una noche en el cementerio de la recoleta, profanó su tumba con un sofisticado equipo... y le cortó las manos al cadáver.

Se produjo un diluvio de acusaciones y sospechas: algunos peronistas incluyeron a cubanos, montoneros, ingleses, masones y espiritistas entre los posibles sospechosos; se salieron a buscar culpables en el resto del mundo, la CIA y los estados europeos terminaron interesándose en un caso tan extraño de necrofílica profanación, que fomentó versiones de hechicería, esoterismo y brujería (aunque en un comunicado anónimo se pedían 8 millones de dólares por su devolución).

Al margen de lo puramente policial y político, y mientras el presidente Raúl Alfonsín repetía a todo el mundo, y en especial a la viuda de Perón, que el caso sería resuelto con la ayuda de servicios de inteligencia de otros países, el delirio argentino campeaba hasta en los más mínimos detalles: se formó un ‘comando peronista de recuperación de las manos de Perón” (SIC); un grupo desconocido dejó un paquete con una carta en una playa de estacionamiento, en la que decían que se arrepentían del hecho y devolvían lo robado; al abrir el paquete, las autoridades se encontraron con dos patas de cerdo; medio putrefactas. Las pezuñas estaban enteras y rodeadas por jirones de carne en descomposición. Iban acompañadas por una nota:

“Al pueblo argentino: acá dejamos las manos del General. No valía ni cinco pesos vivo, menos ahora sus manos pueden valer 8 millones. Descanse en paz mi general.”

Ante el desconcierto por un caso tan extraño, los jueces y policías consultaron adivinos, magos, brujos y videntes, que decían tener imágenes oníricas premonitorias, y que en cualquier momento podrían llegar a ver dónde estaban las manos; y un detalle para la más fina ironía: del peritaje judicial surgió que las cuatro cerraduras del frente antibalas de la bóveda de Perón, fueron compradas en Casa... Borges, el apellido del intelectual más acérrimamente opositor del peronismo.

('CHE', Pacho O'Donell, y 'LAS MANOS DE PERÓN', Jorge Boimvaser)

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