lunes, 30 de abril de 2012

La mafia en la Aegentina


CORRAL DE BUSTOS, Córdoba.- La gente de aquí no olvida, pero calla. "De ese tema no se habla", repiten los veteranos de este pueblo de 11.000 habitantes que hace casi 66 años, cuando apenas concentraba unas 500 familias, se despertó dejando de lado la incredulidad, con la terrible confirmación de que allí se había producido uno de los hechos más feroces de la época y ejecutado por vecinos del lugar: el asesinato de Abel Ayerza.
La noticia no quedó en Corral de Bustos. Se desparramó por todo el país, conmocionó a la sociedad argentina, que por primera vez asistía perpleja a uno de los primeros actos característicos de la mafia. Su actividad ya no era ejercida únicamente en los Estados Unidos, como bien lo marcaban las crónicas de aquellos tiempos. También había inmigrantes sicilianos que desembarcaron en la Argentina y comenzaban a emplear la misma modalidad.
Bien se sabe que Rosario, la ciudad que concentraba el mercado de frutas, poseía el gran puerto, el paso de miles de marineros y, otro mercado, el de la prostitución, fue el trampolín de la mafia en el país. De allí lo de "La Chicago argentina". Y en Rosario se gestó el secuestro extorsivo de Abel Ayerza.
SECUESTRO EN LA NOCHE
La historia comenzó en la noche del 23 de octubre de 1932, cuando el joven Ayerza, un estudiante de medicina, regresaba del cine de Marcos Juárez a la estancia Calchaquí, propiedad de la familia en esa localidad. Venía acompañado por sus amigos Santiago Hueyo y Alberto Malaver y por un hombre de su total estima, el capataz del campo, Juan Boneto.
El automóvil fue interceptado en una calle de tierra y desde los pastizales aparecieron cinco personas armadas con rifles Winchester. Alguno preguntó quién era Ayerza. Abel se identificó y se lo llevaron en medio de la noche junto a Hueyo, el hijo del ministro de Hacienda de la Nación.
Hueyo fue liberado y desde Rosario comenzaron las negociaciones. Los captores estipularon un pago de 120.000 pesos que, rápidamente, la familia efectivizó en una esquina céntrica de la gran ciudad.
Mientras tanto, los hermanos Di Grado habían encerrado en el sótano de la quinta de horticultura que tenían en Corral de Bustos a Abel Ayerza. La banda estaba integrada por lo menos por diez hombres y varias de sus mujeres.Una de éstas fue la encargada de enviar desde Rosario al pueblo cordobés un telegrama que decía: "Envíen urgente al cerdo". Esa era la clave para la liberación, pero allí comenzó el infortunio, los desencuentros o las leyendas que indican por qué no se hizo el "trueque" de Ayerza por la plata.
Dicen que otra de las mujeres, de apellido D´Alera, quien recibió el mensaje, no comprendió la clave y decidió viajar hasta Rosario. Otra historia cuenta que hubo un error del telegrafista, quien interpretó que había que carnear un chancho y simplemente escribió: "Maten al cerdo".
Lo cierto es que a los siete días de tener confinado en el sótano de la chacra a Abel Ayerza, uno de sus captores se impacientó por la tardanza en recibir el dinero. Se trataba de Juan Vinti, quien ordenó al secuestrado que abandonara el sótano, lo trasladó a un descampado y lo mató de un escopetazo por la espalda. Nadie supo más nada de Ayerza.
Cuatro meses después, la Policía Federal -que se había hecho cargo del caso ante la inoperatividad de la santafecina, posiblemente por sus vinculaciones con la mafia- resolvió el asunto; detuvo a casi toda la banda y encontró el cuerpo de Ayerza enterrado en un maizal. Fue aquel día, el 23 de febrero de 1933, cuando todo el país conoció a Corral de Bustos y el pequeño pero rico pueblo rural sacó "chapa de mafioso".
La familia, encabezada por la madre de Abel, Adela Arning de Ayerza, trajo a la víctima en tren desde la provincia y la caravana concluyó en la Recoleta, donde una multitud se apretujó para el adiós.
Años después, fueron condenados a prisión perpetua Vicente y Pablo Di Grado, Juan Vinti, Romeo Capuani y José La Torre. Al famoso mafioso rosarino, Chicho Chico, el supuesto mentor del secuestro, no se le pudo comprobar mucho.
En la década del 70, cuando Leopoldo Torre Nilsson estrenó el film "La mafia" -vista inspirada en el caso-, no fue pasada en ninguno de los dos cines de Corral de Bustos.
Ayer, en el bar Italia, los parroquianos callaron cuando el cronista preguntó por el caso Ayerza: "¡Cuidado -se apuró a decir uno-, que aquí a los Di Grado los conocemos mucho y son muy queridos!" Otro, por lo bajo, dijo que hay gente que todavía teme. El secretario de Cultura, Enrique Torres, dijo escuetamente: "De eso no se habla por respeto a los familiares, que son muchos y excelentes personas".
El historiador corralense Daniel Martínez Llull analizó: "Los Vinti y los Di Grado fueron traídos de Italia y seguramente fueron afiliados a la mafia por la fuerza".
Corral de Bustos no habla, el silencio recuerda las palabras de despedida de un orador en la Recoleta:"¡Apenas me atrevo a turbar este silencio...! Sólo la voz del sacerdote parecería que debe sonar aquí, para ofrecer a Dios, como un martirio propiciatorio, el sacrificio de este nuevo Abel, ¡inmolado por otro Caín!"
UN PUEBLO CON LEYENDAS Y PASIONES
CORRAL DE BUSTOS, Córdoba.- Los pueblos de la denominada "pampa gringa", colonizada por italianos y, en menor proporción, por españoles, tienen todos básicamente la misma fisonomía: dos avenidas paralelas, la plaza en pleno centro, la Iglesia, el correo, la municipalidad y la sede del/los clubes.
Corral de Bustos no es la excepción, salvo por algunos detalles que lo diferencian del resto: allí mataron a Abel Ayerza y, cuenta la leyenda, una gitana maldijo el lugar para siempre.
LA HISTORIA
En diagonal con la plaza principal estaba el mercado de frutas, verduras y carnes. Hace 25 años el lugar era el único que concentraba los frutos del país y hasta las barras de hielo se repartían en el mismo corazón.
El principal de los puestos, el más grande, era atendido por la familia Di Grado, los hijos de don Pablo, el hombre de la banda que mató a Ayerza.
Una leyenda, quizá la misma que habla de la maldición gitana, cuenta que, cuando el hombre salió de la cárcel, sus hijos lo castigaron del peor modo: no le dirigían la palabra, comía solo en algún lugar de la casa y sufría el castigo de ser ignorado.
Cualquier corralense que pase los 30 años recordará a don Di Grado: todas las mañanas y todas las tardes se sentaba sobre un cajón de madera, que previamente había vaciado de verduras, y pasaba la tarde solo y callado. Para los chicos del pueblo, era simplemente "el viejito Di Grado", bonachón, de pocas palabras, de pucho en la boca.
Sus hijos heredaron la pasión por l´antico toscano italiano , un cigarro hecho sobre la base de pasta de tabaco que es popular en el sur de Italia, especialmente en Sicilia, de donde provenía la familia. Pero a diferencia de su padre, hablaban con todos los vecinos porque ellos no tenían la culpa de nada y paseaban con su camión repleto de frutas frescas, como desafiando a la historia.
Porque Corral de Bustos es así: desafía. Los que saben, dicen que hace mucho tiempo una gitana, cuya hija había sido repudiada, maldijo a los jóvenes corralenses. "Morirán 18", dicen que dijo. Los accidentes se sucedieron con una violencia inusitada y se llevó la vida de 10. .

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