jueves, 14 de junio de 2012

Ante todo era muy creyente....


SEATTLE.- Gary Leon Ridgway, un ex pintor de camiones de 54 años, se declaró ayer culpable de haber matado a 48 mujeres en dos décadas, lo que lo convierte en el mayor asesino en serie de la historia de los Estados Unidos.

"He asesinado tantas mujeres que me cuesta acordarme de todas ellas", confesó Ridgway ante la Corte Superior del condado de King, en la ciudad de Seattle, durante una audiencia en la que admitió haber asesinado a las 48 mujeres, en su mayoría prostitutas, principalmente en su casa o en un camión de su propiedad.

"Quería asesinar a tantas mujeres que yo consideraba prostitutas como pudiera", dijo Ridgway, divorciado dos veces y casado en terceras nupcias hace dos años. "Las elegí como víctimas porque odio a la mayoría de las prostitutas y no quería pagar para tener sexo", añadió.

Sin mostrar remordimiento, Ridgway confesó ser el autor de los asesinatos tras llegar a un acuerdo con el fiscal Jeff Baird, en virtud del cual podría evitar la pena de muerte en el Estado de Washington.

Mediante el acuerdo con la fiscalía, Ridgway sería sentenciado a cadena perpetua sin la posibilidad de gozar de una reducción de la pena. De todas maneras, dos de las víctimas del "asesino de Green River", así llamado luego de que, en 1982, se encontraron los cadáveres de sus primeras víctimas en el río de ese nombre, fueron halladas en el Estado de Oregon, donde también existe la pena de muerte.

ADMISIÓN

Como parte del acuerdo, Ridgway reveló a los investigadores los lugares donde abandonó a sus víctimas, a muchas de las cuales estranguló después de haber tenido relaciones sexuales con ellas.

En su confesión leída, Ridgway agregó que había dejado varios cuerpos "agrupados" y que disfrutaba pasar luego por esos sitios y pensar en lo que había hecho. Los familiares de algunas víctimas sollozaban en la sala mientras el asesino serial, en voz clara pero baja, admitía haber matado a cada una de ellas.

Ridgway fue arrestado en noviembre de 2001 y posteriormente acusado de siete de los llamados "asesinatos de Green River", perpetrados en su mayoría entre julio de 1982 y febrero de 1984, cargos ante los que se había declarado "inocente".

La mayoría de las víctimas eran prostitutas, por lo que "pocas de ellas se reportarían como desaparecidas", admitió Ridgway. "Creí que podía matar cuantas quisiera sin ser atrapado", dijo.

Ridgway era considerado sospechoso de los asesinatos desde 1984, pero sólo tras un examen de ADN pudieron vincularlo, hace dos años, con el crimen de varias de sus víctimas, que incluirían a una mujer asesinada en 1990 y otra en 1998.

Esto último sorprendió a los criminólogos. "Una vez que son identificados como sospechosos, generalmente paran", dijo el experto Jack Levin a la CNN. "Ridgway es un raro especímen, incluso entre sus pares, ya que fue capaz de evitar que lo capturaran durante tanto tiempo."

En 1984, Ridgway incluso se comunicó con los investigadores del condado de King dedicados al caso de Green River con intenciones de ofrecer información falsa. Siendo el autor del hecho, pasó una prueba del detector de mentiras.

DE CONTEXTURA FRÁGIL

La admisión de cada uno de estos asesinatos en la sesión de la Corte puso punto final a un misterio que conmocionó durante años a la ciudad de Seattle, como también a uno de los más desconcertantes y escalofriantes casos de asesinos en serie que hayan visto los Estados Unidos.

Sin embargo, el acuerdo alcanzado con la fiscalía enfureció a los familiares de las víctimas. "Logró lo que él quería; es horrible", dijo José Malvar, el hermano de una de las mujeres asesinadas por Ridgway.

Según los investigadores de la policía, el asesino en serie, un hombre de 70 kilos de peso y 1,55 metro de estatura, era aficionado a las prostitutas, de las que hablaba con frecuencia a sus amigos. Asimismo, instaba a sus compañeros de trabajo a asistir a la iglesia y buscar la salvación eterna.

Le gustaba ir de puerta en puerta promoviendo a su iglesia Pentecostal, y de acuerdo con su segunda esposa, de la que se divorció en 1981, veía la televisión con una Biblia en su regazo y frecuentemente lloraba durante los servicios religiosos.

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