miércoles, 20 de junio de 2012

Tan solo un mendigo.....


Francisco García Escalero, el mendigo asesino de Madrid


La vida en las calles es dura. Tanto, que puede convertirse en un verdadero infierno si la mente de la persona que la vive no está en perfecto estado.
Sin embargo, los motivos para vivir en esas condiciones pueden tener un origen muy anterior en el tiempo, y situarse en la niñez de esa persona.
Es algo parecido a lo que sucedió con el mendigo asesino de Madrid, Francisco García Escalero.
Nació el 24 de mayo de 1954, y creció en una chabola situada en un poblado situado a unos 200 metros del Cementerio de la Almudena. Un lugar con mucha historia que sin duda tuvo su influencia en la ávida imaginación de los niños de la zona.
Pero Escalero tenía algo más en su mente. Sus instintos suicidas comenzaron a aflorar muy pronto. Desarrolló la necesidad de cruzar la calle, muy transitada, justo en los momentos en que más tráfico había. Sólo la suerte impidió que muriera. Sí se registran, de esa época, numerosas contusiones, provocadas por algún vehículo que no pudo frenar a tiempo.
Su padre, violento y alcoholizado, no toleraba esa conducta y cada intento de suicidio era “recompensado” con una paliza.
En 1970 ingresó en un psiquiátrico, con la esperanza de intentar curar esa tendencia, que se hacía más grande debido a su falta de formación académica y su reservada personalidad. En esa época comenzó a realizar pequeños hurtos, además de entrar en casas abandonadas y a espiar a mujeres  y parejas escondido detrás de las persianas y cortinas, mientras se mansturbaba.





En 1973 robó una moto y fue trasladado a un reformatorio, donde se encerró más en si mismo y comenzó su descenso al terrible destino que le esperaba
Una pareja que paseaba por las cercanías del Cementerio de la Almudena, el mismo que le vio crecer, fue la primera víctimade su locura. Mientras el chico era forzado a mirar, Escalero y sus amigos violaron a la chica.
Por suerte, fueron detenidos y encarcelados durante doce años.
La prisión no fue una liberación para Francisco, sino que su psicopatía continuó creciendo y creciendo. Su cuerpo se llenó de tatuajes, alguno de ellos con frases tan ilustrativas como “Naciste para sufrir”.
Una vez libre, la bebida y las drogas comenzaron a inundar su vida y a hacerle más violento e irritable.
En su cabeza, unas voces le instan a cometer nuevos crímenes y a hacerle visitar los cementerios para profanar tumbas e incluso, mantener relaciones sexuales con los cadáveres.
En esa época, en 1987, consumó su primer asesinato, el primero de muchos. María Paula Martínez, una prostituta conocida en la calle Capitán Haya de la capital como Meli contaba con 30 años cuando se cruzó con Francisco. Subió al 124 que conducía su verdugo y su cuerpo apareció, calcinado y decapitado, unos días más tarde en las afueras de San Fernando de Henares.
Su cabeza nunca apareció.
A partir de ese momento, los crímenes se multiplican. Aparecen varios cuerpos con las mismas características en Madrid.


Cuerpos acuchillados, quemados y en ocasiones, sin vísceras. Algunos cuerpos estaban incluso parcialmente comidos por su asesino.
Ángel, un compañero de calle, apareció con el cuello parcialmente diseccionado y con las yemas de los dedos amputadas.
A los dos meses, es Julio, otro indigente, esta vez de 65 años, el que aparece con el cuerpo lleno de cuchilladas y calcinado y  el pene amputado.
Cinco cadáveres más aparecieron durante ese periodo.
Por otros motivos, Francisco terminó ingresado en el Hospital Psiquiátrico Alonso Vega, del que salió huyendo acompañado de Víctor Luis Criado, también interno en el mismo.
Cuarenta y ocho horas después, es localizado muerto, con el cráneo hundido quemado con papeles y mantas junto a la Iglesia de los Sagrados Corazones.
Francisco continuó escuchando las voces que le animaban a matar, y en esta ocasión, decide suicidarse de la manera en que lo intentó tantas veces de niño: tirándose encima de un coche.
Una pierna rota fue lo único que sacó en claro, pero una vez en el hospital, confesó sus crímenes de manera espontánea a los médicos y enfermeras que le atendieron.
En su primera confesión, aparecieron 11 asesinatos. A medida que los interrogatorios se sucedían, el número comenzaba a crecer, hasta llegar a 15.
También se inculpó de otros, como uno sucedido en Barcelona. Allí, aseguró, había acuchillado a un transexual cuando estaba solicitando servicios sexuales, en compañía de otro indigente.
Ese caso, no obstante,  tenía ya a varios skin-heads inculpados y detenidos, y aunque los detalles coincidían en parte, había sido asesinado a golpes, y no a cuchilladas como él aseguraba haber perpetrado el asesinato.


El juicio tuvo lugar en 1995 y el veredicto fue de absolución para el encausado, debido a una más que probada enajenación mental.
Actualmente, Francisco García Escalero está ingresado en el psiquiátrico de Foncalent, en Alicante, y no ha presentado más problemas para el personal sanitario del mismo.
La larga carrera criminal de Escalero le ha convertido en el mayor asesino en serie de la Crónica Negra española

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